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Todos hemos hecho alguna vez algún viaje en avión de visita a algún ser querido o familiar que amamos mucho pero que vive muy lejos y llevamos mucho tiempo sin ver, o bien hemos sido los receptores de su visita. Durante las distintas fases del viaje hay muchos formalismos y reglas que respetar: compras, preparativos, levantarse temprano, horarios, desplazamientos y el consiguiente cansancio, facturación, embarque, escuchar y hacer lo que nos dice el personal de cabina, la espera propia del viaje, el cansancio y el sueño, ... Nuestro pensamiento vuela en el tiempo del vuelo imaginando lo que nos espera cuando lleguemos, ... Finalmente llegamos al aeropuerto de destino, y aún queda un poco más de procedimiento: salir del avión, recoger el equipaje, y... ¡Finalmente llega la hora del Encuentro! Ese momento mágico en que todo nuestro ser se conmueve y ve y abraza a ese ser querido, y le pareciera haber estado viviendo en un sueño hasta ese momento, y no entiende cómo han podido permanecer separados tanto tiempo, ... Todo se convierte en lágrimas y abrazos y en silencio, luego las explicaciones, y entonces explota la felicidad, los rostros se llenan de alegría y son inmensamente felices.
Bien, así, así, es como tenemos que vivir también la Misa. Ese Viajero que viene de tan lejos es nuestro Rey, Jesucristo. Él tanto nos ama, y tanto que ha esperado este momento, y nosotros también. Hay que hacer unos preparativos, respetar las formas, las reglas de la Misa, esperar los tiempos, hasta que nos dan permiso para salir de nuestro asiento, e ir al Encuentro. ¡OH REY! Y entonces ya es nuestro, y nosotros de Él, y nuestro ser se funde con Él y Él con nosotros, en un abrazo infinito de Amor. No somos conscientes de lo que ocurre alrededor, y tampoco nos preocupa, nuestra mente está absorta en lo que estamos viviendo.
Así es como debemos comulgar. Una vez has recibido la Hostia fúndete con Él y Él contigo, olviden los formalismos, y ámense completamente y libremente, como dos desesperados enamorados que llevaran esperando su encuentro por años y no pudieran soportar estar solos nunca más. Amén, así, así, debemos amar y adorar a Dios en la Eucaristía.
Todos hemos hecho alguna vez algún viaje en avión de visita a algún ser querido o familiar que amamos mucho pero que vive muy lejos y llevamos mucho tiempo sin ver, o bien hemos sido los receptores de su visita. Durante las distintas fases del viaje hay muchos formalismos y reglas que respetar: compras, preparativos, levantarse temprano, horarios, desplazamientos y el consiguiente cansancio, facturación, embarque, escuchar y hacer lo que nos dice el personal de cabina, la espera propia del viaje, el cansancio y el sueño, ... Nuestro pensamiento vuela en el tiempo del vuelo imaginando lo que nos espera cuando lleguemos, ... Finalmente llegamos al aeropuerto de destino, y aún queda un poco más de procedimiento: salir del avión, recoger el equipaje, y... ¡Finalmente llega la hora del Encuentro! Ese momento mágico en que todo nuestro ser se conmueve y ve y abraza a ese ser querido, y le pareciera haber estado viviendo en un sueño hasta ese momento, y no entiende cómo han podido permanecer separados tanto tiempo, ... Todo se convierte en lágrimas y abrazos y en silencio, luego las explicaciones, y entonces explota la felicidad, los rostros se llenan de alegría y son inmensamente felices.
Bien, así, así, es como tenemos que vivir también la Misa. Ese Viajero que viene de tan lejos es nuestro Rey, Jesucristo. Él tanto nos ama, y tanto que ha esperado este momento, y nosotros también. Hay que hacer unos preparativos, respetar las formas, las reglas de la Misa, esperar los tiempos, hasta que nos dan permiso para salir de nuestro asiento, e ir al Encuentro. ¡OH REY! Y entonces ya es nuestro, y nosotros de Él, y nuestro ser se funde con Él y Él con nosotros, en un abrazo infinito de Amor. No somos conscientes de lo que ocurre alrededor, y tampoco nos preocupa, nuestra mente está absorta en lo que estamos viviendo.
Así es como debemos comulgar. Una vez has recibido la Hostia fúndete con Él y Él contigo, olviden los formalismos, y ámense completamente y libremente, como dos desesperados enamorados que llevaran esperando su encuentro por años y no pudieran soportar estar solos nunca más. Amén, así, así, debemos amar y adorar a Dios en la Eucaristía.
Vídeo disponible y publicado en Youtube por CelesteandJacob Respetamos derechos de propiedad de terceros. No somos sus autores ni tenemos ningún derecho de propiedad intelectual sobre él.
Yo, David, soy el autor de este mensaje de nuestra presencia y cohabitación con Jesucristo en la Eucaristía