DAVID EUCARISTÍA: Nosotros también estamos (sobrenaturalmente) con Jesucristo dentro de cada Hostia Consagrada de la Eucaristía

Nosotros también estamos (sobrenaturalmente) con Jesucristo dentro de cada Hostia Consagrada de la Eucaristía



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Nosotros también estamos con Jesucristo en la Eucaristía —es su Palabra— y, por eso, al comulgarlo a Él nos unimos y nos comulgamos también unos a otros a través de Él.
Condición imprescindible: ser bautizados católicos y estar confesados (en Gracia Santificante). Esto conlleva creer y aceptar verdaderamente a Jesucristo como Dios y Salvador, y poner en Él toda nuestra Esperanza con gran fe, amor y adoración a Él realmente presente en la Eucaristía.
La Eucaristía es Jesucristo vivo y en Persona, sí, pero en Él y con Él estamos también nosotros por obra del Espíritu Santo y como efecto de la Gracia Santificante. Nuestra presencia con Él en la Eucaristía, es sobrenatural, invisible, pero real, similar a la de los Ángeles, pues Jesús mismo dijo que así seremos en el Cielo (Mt 22,30), y la Eucaristía es el Cielo anticipado. Una presencia participativa que es como una presencia y adhesión creciente en su Amor y en su Gracia, tanto mayor como es el grado de santidad (amor) y purificación del alma. En las almas del Cielo esta unión con Él en la Eucaristía alcanza el grado máximo que les está permitido por Dios. En el caso de las almas de la Tierra y del Purgatorio, esta coexistencia con Él está aún en crecimiento, aún no ha alcanzado su cénit, y es proporcional al grado de purificación; pero un día alcanzarán también la unión completa y la presencia plena.

Nosotros estamos realmente con Él en la Eucaristía, porque fue Él mismo quien así lo dijo explícitamente, y lo prometió en cuatro ocasiones en las Sagradas Escrituras: Jn 6,56; 12,26; 14,3; 17,24:

♦ Jn 6,56: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre, habita en Mí, y Yo en él».

♦ Jn 12,26: «El que quiera servirme, que me siga, y donde Yo esté, allí también estará mi servidor».

♦ Jn 14,3: «Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré Conmigo, para que donde Yo estoy estéis también vosotros».

♦ Jn 17,24: «Padre, este es Mi deseo: que los que me has dado estén Conmigo donde Yo estoy, y contemplen Mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la fundación del mundo».


En otras ocasiones hace también alusión a esta unidad:

• Jn 14,20: «Entonces sabréis que Yo estoy en mi Padre, y vosotros en Mí y Yo en vosotros».

• Jn 15,4-5: «Permaneced en Mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la Vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en Mí y yo en Él, ese da fruto abundante; porque sin Mí no podéis hacer nada».

• Ap 3,20:  «Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él Conmigo».

Como vemos, Jesús promete que estaremos con Él allí donde Él esté, sin especificar si será solo en el Cielo o ya por adelantado en la Eucaristía, sino con alcance universal: donde quiera que Él estuviera. Luego se aplica tanto a la Eucaristía como al Cielo, y al Cielo como a la Eucaristía, pues en ambos lugares está Él por igual. Nuestra presencia allí es de tipo «angélico» (sobrenatural, invisible, pero real, ágil, amorosa y espiritual), pues Jesús mismo dijo que en el Cielo seremos semejantes a los ángeles (Mt 22,32), y la Eucaristía es ya el Cielo anticipado, el Cielo en la tierra, y allí con Él nosotros somos sus «ángeles custodios de Amor», que le acompañan en la tierra.

Esta realidad también está confirmada de manera indirecta desde las Enseñanzas de la Iglesia contenidas en el Catecismo Oficial de la Iglesia Católica (CIC 1323, 1326, 1331, 1340, 1402, 1419, 2837), pues la Iglesia enseña que en la Eucaristía ya estamos viviendo de manera anticipada y preparatoria todas las Realidades del Cielo, nuestra eterna unión con Dios. Así como nuestra esperanza es ser uno con Dios en el Cielo, esa esperanza se «materializa» ya aquí y ahora anticipadamente con cada Eucaristía. En la Eucaristía como en el Cielo y en el Cielo como en la Eucaristía, se cumplen las mismas realidades sobrenaturales y eternas, son solo dos planos de una misma Realidad.

♦ CIC # 1326: «Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del Cielo, y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (1 Co 15,28)».

♦ CIC #1331: «Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo Cuerpo [...]».

♦ CIC #1340: «[...] la Eucaristía, que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino».

♦ CIC #1402: «[...] la Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial».

♦ CIC #1419: «Cristo [...] nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el Santo Sacrificio [...] nos une ya desde ahora a la Iglesia del Cielo, a la Santísima Virgen María y a todos los santos».

♦ CIC #2837: «[...] este "día" es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero [...]».


Consecuencia eclesial:

Por eso, si tú y yo estamos, por efecto de la Gracia Santificante, realmente presentes con Jesús en la Eucaristía; entonces, cada vez que comulgamos, no solamente comulgamos a Jesús, sino que, además, nos comulgamos tú y yo, unos a otros en y por medio de Jesús.

La Comunión Eucarística nunca ocurre solamente con Dios, porque la Comunión con Dios nos lleva a la comunión con todas las almas unidas a Dios; es decir, a la comunión eclesial universal. La imagen de un árbol con sus ramas y hojas nos permite visualizarlo muy bien, pues así como todas las ramas y hojas sin ser el árbol son parte constituyente del árbol, y aún sin estar directamente conectadas las unas con las otras, las conecta la misma savia y el mismo tronco y raíz, uniéndolas entre sí en una perfecta unidad. Así mismo ocurre en la Eucaristía. Las almas somos las hojas unidas al Árbol de la Eucaristía que es la Iglesia Universal, del que el tronco es Jesucristo y la Raíz es Dios Padre, y la Savia el Espíritu Santo. Y, sin estar conectadas directamente entre sí, las almas comparten una misma Savia, que es la Sangre Eucarística de Jesús, quien actúa como Puente Eucarístico Universal, uniendo a través suyo el Cielo con el Purgatorio y con la Tierra. No existiendo ya más distancias de espacio ni de tiempo, pues en Dios no las hay, sino que en Él nos unimos todas las almas de todos los lugares del Universo y de todos los tiempos desde Adán y Eva hasta hoy, o del futuro, y que compartimos o compartiremos con Jesucristo la Gracia de su Salvación.

De modo que, es imposible comulgar a Dios y no comulgar al prójimo. Y cuando digo el prójimo no me refiero a una entidad abstracta, teórica, sino a cada persona concreta que conocemos y que Dios pone en nuestro camino, una a una y con nombre y apellidos. Debemos comulgar a Dios, y una a una a todas las almas que podamos como acto de intercesión a su favor y por nuestra santificación.

(Importantísimo)   

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