DAVID EUCARISTÍA: YO, DAVID, SOY EL AUTOR DE ESTE MENSAJE de nuestra presencia y cohabitación con Jesucristo en la Eucaristía

YO, DAVID, SOY EL AUTOR DE ESTE MENSAJE de nuestra presencia y cohabitación con Jesucristo en la Eucaristía




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Yo, David, soy el autor de este Mensaje. La Eucaristía ha sido mi Maestra y yo su discípulo durante todo el camino: ahora escuchen bien lo que yo he aprendido de Ella y todo lo que Ella me ha enseñado. Muchas personas aún no son conscientes del inmenso don que Dios les está compartiendo por medio mío, pero cada día lo serán más. Escuchen mi mensaje y aplíquenlo, no lo dejen en el desván.

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Yo no me tengo por nada y por nadie. Y hago este aviso porque muchos y muchas vendrán que querrán atribuirse mi Mensaje, intentando usurparme y arrebatarme lo que Dios me ha confiado a mí, queriendo arrogarse su desarrollo y descripción, como si ellos mismos lo hubieran descubierto ahora, luego que yo lo llevo viviendo desde el año 2000 en adelante: leerán y tomarán de lo mío y luego lo presentarán como si fuera suyo. Yo lo sé, pero sigo y seguiré publicando, compartiendo por el bien de las almas, para que este Mensaje sea conocido y vivido: es lo que más quiero, y la razón por la que lo comparto gratuitamente y pongo a disposición de la gente todo este mensaje de salvación. El que sea vivido y compartido, es mi pago; y ojalá un día esto se viva en toda la Iglesia; es lo que deseo, y sé que será realidad un día. Yo lo pongo a disposición de ustedes y de la Iglesia para que lo compartan y aprovechen; pero, por favor, cuando sea necesario hagan referencia a su fuente, y guíen a las almas hasta aquí para que lo lean tal como es, en su versión auténtica, como yo lo enseñé. Yo no me hago responsable de las manipulaciones y tergiversaciones que otros hagan de este mensaje, y del cómo lo enseñen a los demás, si lo hacen diferente de como yo lo he enseñado y está descrito aquí (no se confíen de todo el mundo, pues algunos contaminarán este mensaje con cosas que yo no he enseñado jamás y, en lugar de agua clara, intentarán darles agua contaminada). En esta página web, y solo aquí, está la descripción auténtica de esta Espiritualidad en su versión original, y yo no soy ni me hago responsable de la forma en que otros lo vivan o lo compartan.

Este Mensaje por largos años lo gesté yo solo en mi interior, yo le di la forma tal como es hoy, lo formé en todos sus detalles y yo lo di a luz en mitad del desierto (cf Ap 12,2.6); lo alimenté, y lo formé, le confeccioné vestidos elegantes ajustados a su porte, nobleza y dignidad; y, luego, cuando he visto que ha llegado el momento de su epifanía, lo he presentado al mundo y lo estoy proclamando a viva voz. Yo soy la madre de este Amor (cf Ap 12,5), y «yo sola» lo gesté en mitad del desierto para que, todos cuantos viven en desiertos similares, encuentren también el mismo Manantial de Vida que yo encontré y puedan beber de él. Este Mensaje, actualmente nadie lo está enseñando en la Iglesia abiertamente sino yo mismo, aunque estoy deseando que se viva y oficialice en toda ella y es mi meta por la que hago este esfuerzo de predicarlo. Llevo predicándolo públicamente a través de Internet desde el 24 mayo de 2012; pero ya lo llevaba experimentando en privado desde mucho antes con el fin de asegurarme de su validez y fiabilidad. Desde entonces, cientos de personas lo han recibido y lo han experimentado, y ahora ellos son verdaderos testigos de lo que yo les he dicho, y lo predican y enseñan a otras personas. Ellos mismos pueden darles testimonio personal de lo que poner en práctica este Mensaje ha supuesto en sus vidas: una transfiguración eucarística radical y definitiva de su ser, y una fe apasionada y renacida en el Espíritu Santo, llena de alegría y energía, como nunca antes habían experimentado; un amor ferviente a Jesucristo en la Eucaristía y a todas las almas que los rodean.


Esta Enseñanza, siendo nueva es vieja y muy antigua, pero la habían olvidado por completo, la tenían por inexistente; pero el Señor, entre lo viejo también saca cosas nuevas: «Y El les dijo: Por eso todo escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas» (Mt 13,52). He aquí que llega por sorpresa algo que quizá nunca supieron ni imaginaron, o a lo que quizá nunca prestaron la debida atención y tal vez llegaron a considerar una simple quimera. También por sueños fueron juzgadas las acertadísimas intuiciones de José, aquel que logró que toda la familia de Abraham, y en concreto su hermano Judá (ascendiente directo de Jesucristo), sobreviviera y se multiplicara y expandiera: «Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños» (Gn 37,19-20)De la misma manera, este «Sueño» que yo ahora presento ayudará a la Iglesia a salir de su actual desorientación doctrinal y espiritual, haciéndola recuperar su verdadera Identidad.

Con toda seguridad, muchas almas santas lo conocieron y lo vivieron en tiempos pasados: san Agustín hizo una sugerencia parecida en uno de sus sermones; también la teología de san Pablo y, sobre todo la de san Juan Evangelista, sugiere que ambos lo conocían y lo vivían; de hecho el evangelio de san Juan es la principal fuente de argumentación a su favor. Pero, seguramente, todo quedó entre otros tantos secretos que las almas santas se guardaron porque aún no era el momento adecuado de enseñarlo, por temor a escandalizar, o bien, sencillamente fruto de la censura. Pero aquí está que Dios lo ha querido revelar una vez más, en la era de Internet, para que por fin entendamos todos que la Eucaristía no es una Casa cerrada, sino un Cielo infinito abierto y preparado para que todos nosotros entremos y habitemos en ella con Él desde ahora en la Tierra: no tenemos que esperar al Cielo para entrar al Cielo, ya podemos entrar, está abierto, es la Eucaristía. 

Por eso dice el Señor que Él revela a los que son nada su Sabiduría para así enseñar, corregir y abajar a los que se creen algo: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado» (Mt 11,25)Y también queda manifiesto que los constructores se equivocan una otra vez, tomando por nada algunas de las piedras más importantes del edificio: «Jesús les dijo: "¿Nunca leísteis en las Escrituras: 'La piedra que desecharon los arquitectos ahora se ha convertido en la piedra angular; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos'?"» (Mt 21,42). Y esta es también otra de esas muchas piedras angulares del Edificio de la Iglesia que sus constructores han desechado una y otra vez por falta de amor y de fe. Todo esto es y ha sido la Voluntad de Dios. Yo solo le seguí y le amé, y en mi desolación le encontré, nunca jamás dudé de Él, y por eso Él me premió con esta sorpresa: Él me llevó hasta donde tenía escondido su Tesoro para que yo lo conociera. Ahora que lo ven resumido y claramente sintetizado, claro como el día, hasta les podría parecer una pura evidencia; sin embargo el sintetizarlo fue un proceso muy lento y dificultoso de muchos años. Esta realidad es fruto de mi propia investigación, oración, aprendizaje y sacrificios de más de 12 años. Yo nunca supe a donde me llevaba mi fe en Dios, sino que me puse en sus manos y fue Él quien me guió; el primer sorprendido fui yo. La Eucaristía ha sido mi Guía y mi Maestra todo este tiempo, y de Ella lo aprendí, y ahora así lo comparto, todo lo que aprendí de Ella. Este Mensaje se resume en:
  1. Nosotros también estamos sobrenaturalmente presentes en la Eucaristía, mientras estemos bautizados y confesados (en Gracia Santificante), por voluntad y gracia de Jesucristo, es Él quien lo hace real. Él lo prometió varias veces en las Escrituras (leer más sobre esto).
  2. Cuando comulgamos a Jesucristo —como consecuencia de lo anterior— nos comulgamos también unos a otros: comulgamos y nos comulgamos (leer más sobre esto). La Comunión Eucarística tiene siempre y obligatoriamente dos dimensiones: Dios y el prójimo, inseparablemente. Esto no es una opción sino una obligación —vivir estas dos dimensiones—, si queremos vivir la Eucaristía como Jesucristo la diseñó y según el Amor que Él mismo nos enseñó. La manera más perfecta y verdadera de amarnos unos a otros como Jesús nos ama (cf Jn 13,34) es la de comulgarnos y amarnos unos a otros con el mismo Amor con que Jesucristo nos ama y nos comulga a todos nosotros en la Santísima Comunión, porque ese es su verdadero Amor, el cual Él nos da para que lo compartamos los unos con los otros así como Él lo hace con nosotros.
  3. Esto es el cumplimiento exacto y perfecto de lo pedido por Jesucristo en Jn 17,21-24, y es la única manera en que se logrará esa Unidad de toda la Iglesia con Él. Y es por esta unión de todos en la Eucaristía, comulgando a Jesucristo y comulgándonos unos a otros en Él, como vendrá el Reino Eucarístico de Jesucristo a la Tierra (leer más sobre esto). Así que acelerémoslo viviéndolo y predicándolo y enseñándolo a cuantas personas podamos. La Iglesia debe poner en práctica esto inmediatamente.
Debemos trabajar para que esta Unión de Almas en la Eucaristía se extienda lo más posible y se viva en toda la Iglesia porque, como dije antes, es así como vendrá y se hará realidad el Reinado Eucarístico de Jesucristo en la Tierra, por la sola Gracia y Efecto de la Eucaristía, no por ningún medio humano. Toda la Iglesia entera debe unirse, comulgarse y consagrarse como una sola Hostia, una sola Eucaristía, en y con Jesucristo, uniéndonos y comulgándonos los unos a los otros en cada Misa y Comunión, al mismo tiempo que recibimos y comulgamos a Jesucristo, por medio de Él. Es esto exactamente lo que Jesús quiso decir, explicar y pedir en Jn 17,21-24, que todos nos hiciéramos uno con Él en la Eucaristía, y HABITÁRAMOS CON ÉL en la Eucaristía, y compartiéramos y experimentáramos su misma Gloria Eucarística que Él mismo y por propia voluntad nos compartía. 


Jn 17,21-24: «Para que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí, y Yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que Tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a Mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén Conmigo donde Yo estoy (en la Eucaristía como en el Cielo y en el Cielo como en la Eucaristía) y contemplen mi gloria (que experimentemos también nosotros su propia gloria en la Eucaristía y en el Cielo), la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo».

Leer también: 

Solicitamos al Papa Francisco y a los Obispos que aprueben el Dogma de la Cohabitación Eucarística de la Virgen María y de todas las Almas en Gracia Santificante, con Jesucristo en la Eucaristía


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Nosotros también estamos en la Eucaristía, sobrenaturalmente, con Jesucristo