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Poderosos mecanismos psicológicos del ser humano, adquiridos desde la infancia, demuestran que la Comunión en la boca es la más correcta para nuestra relación eucarística con Dios. Subconscientemente la boca está asociada con la madre, que es la dadora de la vida humana, símbolo de Dios en cuanto Dador de la Vida Divina; la primera «comunión eucarística» de nuestra vida fue la leche materna cuando éramos bebés, la cual la tomamos y recibimos en la boca. En cambio, la mano está asociada con los objetos, que son materia, pura creación, y que no son Dios; nos aleja de Dios y nos introduce en el mundo de lo puramente instrumental.
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Yo, David, soy el autor de este mensaje de nuestra presencia y cohabitación con Jesucristo en la Eucaristía