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Las confesiones deben hacerse en el confesionario, no fuera de él, salvo razón justificada. Así que siempre pide confesarte en el confesionario, y mejor si es tras la rejilla y arrodillados.
Hay algunos sacerdotes a los que no les gusta demasiado confesar en el confesionario por diversas razones: se sienten incómodos allí por razones de espacio, sienten un poco de vergüenza al estar expuestos todo el tiempo a las miradas de todo el que pasa, se pueden hasta sentir ridículos al dudar de la verdadera necesidad y razón de confesarse allí. Lo mismo puede pasar a determinados fieles, que creen innecesario ese formalismo y que se pueden confesar de cualquier manera. Sin embargo, el Código de Derecho Canónico de la Iglesia, al cual todos los sacerdotes han de sujetarse bajo pena de pecado mortal, como todos los fieles, dice lo siguiente:
En resumen. El lugar obligatorio para confesarse es el confesionario, y solo se puede confesar fuera de él cuando hay una razón justificada para ello y no por simple capricho ni por comodidad del sacerdote o del fiel. En todo caso, si el fiel quiere y pide confesarse en el confesionario, y no hay razón que lo impida, el sacerdote tendrá que confesarlo en el confesionario.
Además, es muy recomendable confesarse tras la rejilla, ya que facilita el diálogo directo con Dios durante la confesión, sin interferencia de prejuicios y miradas humanas: ayuda al confesor a no distraerse con las características físicas del penitente y sus gestos, y ayuda al penitente a desinhibirse a la hora de decir sus pecados al no sentirse tan directamente observado o por el hecho de poder ocultar su identidad (a la hora de confesión no importa quiénes somos ante la gente, sino lo que somos ante Dios, almas pecadoras).
También es preferible y muy importante confesarnos arrodillados, porque donde va el cuerpo va el alma tras él; y, si el cuerpo se arrodilla, el alma también lo hará, y esa postura nos ayudará a adoptar una actitud más humilde ante Dios a la hora de confesarle nuestros vergonzosos pecados que tanto le ofenden, los cuales bien podrían despertar su Justicia pero, en cambio, allí en el confesionario provocan su Amor, Perdón y Misericordia. Y porque, si en el confesionario estamos realmente ante Dios—y así lo creemos y confesamos (el sacerdote es solo su testigo o representante)—, entonces, con más motivo, debemos arrodillarnos: «Porque escrito está: "Por mi vida, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios"» (Rom 14,11).
Gracias por leer y visitar nuestro blog. También puedes buscar en el índice completo de artículos publicados o bien elegir entre cualquiera de los siguientes que yo he escogido para ti:
Hay algunos sacerdotes a los que no les gusta demasiado confesar en el confesionario por diversas razones: se sienten incómodos allí por razones de espacio, sienten un poco de vergüenza al estar expuestos todo el tiempo a las miradas de todo el que pasa, se pueden hasta sentir ridículos al dudar de la verdadera necesidad y razón de confesarse allí. Lo mismo puede pasar a determinados fieles, que creen innecesario ese formalismo y que se pueden confesar de cualquier manera. Sin embargo, el Código de Derecho Canónico de la Iglesia, al cual todos los sacerdotes han de sujetarse bajo pena de pecado mortal, como todos los fieles, dice lo siguiente:
CDC 964. §1. El lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio. §2. Por lo que se refiere a la sede para oír confesiones, la Conferencia Episcopal dé normas, asegurando en todo caso que existan siempre en lugar patente confesionarios provistos de rejillas entre el penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen. §3. No se deben oír confesiones fuera del confesionario, si no es por justa causa. (Leerlo accediendo a la página web del Vaticano).
En resumen. El lugar obligatorio para confesarse es el confesionario, y solo se puede confesar fuera de él cuando hay una razón justificada para ello y no por simple capricho ni por comodidad del sacerdote o del fiel. En todo caso, si el fiel quiere y pide confesarse en el confesionario, y no hay razón que lo impida, el sacerdote tendrá que confesarlo en el confesionario.
Además, es muy recomendable confesarse tras la rejilla, ya que facilita el diálogo directo con Dios durante la confesión, sin interferencia de prejuicios y miradas humanas: ayuda al confesor a no distraerse con las características físicas del penitente y sus gestos, y ayuda al penitente a desinhibirse a la hora de decir sus pecados al no sentirse tan directamente observado o por el hecho de poder ocultar su identidad (a la hora de confesión no importa quiénes somos ante la gente, sino lo que somos ante Dios, almas pecadoras).
También es preferible y muy importante confesarnos arrodillados, porque donde va el cuerpo va el alma tras él; y, si el cuerpo se arrodilla, el alma también lo hará, y esa postura nos ayudará a adoptar una actitud más humilde ante Dios a la hora de confesarle nuestros vergonzosos pecados que tanto le ofenden, los cuales bien podrían despertar su Justicia pero, en cambio, allí en el confesionario provocan su Amor, Perdón y Misericordia. Y porque, si en el confesionario estamos realmente ante Dios—y así lo creemos y confesamos (el sacerdote es solo su testigo o representante)—, entonces, con más motivo, debemos arrodillarnos: «Porque escrito está: "Por mi vida, dice el Señor, que ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios"» (Rom 14,11).
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