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La Eucaristía es Morada y Refugio de las almas. Todo el que quiera, puede entrar en Ella y habitar en Ella, y allí hallará pasto y seguro refugio y morada para su alma, para siempre y por toda la eternidad, y ya no volverá a pasar hambre ni sed, ni le faltará nada.
Mt 13,31-32: «Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas».
La parábola del Grano de Mostaza se refiere a la Eucaristía, la cual es esa Semilla, la que aparentemente es la más diminuta e insignificante de todas, pero cuyo Fruto será el más grande de todos. El Árbol de Amor y Vida, que brota de la Eucaristía, es tan grande, y no parará de crecer, que superará a todas las demás obras del mundo; porque esta Obra no es del mundo, sino que Dios mismo la hará fructificar. Y será tan acogedora y hermosa, tan agradable y frondosa, será refugio tan estable y tan seguro, que miles y millones de almas (referido como aves), encontrarán en Ella su Hogar Seguro y Eterno. Sí, la Eucaristía es nuestra Morada Eterna, nuestro Hogar Prometido, porque es esa la Voluntad de Dios, que allí donde Él está (en el Cielo, pero también en la Eucaristía) HABITEMOS NOSOTROS CON ÉL (cf Jn 6,56; 12,26; 14,3; 17,24).
Cada vez que comulgas, estás sembrando esa Semilla en tu alma, y la estás regando y cuidando con tu fe y tu oración, para que dé fruto y que ese fruto permanezca para la Vida Eterna. HOY ELLA ENTRA EN TI Y HABITA EN TI PERO, UN DÍA, TÚ ENTRARÁS EN ELLA Y HABITARÁS EN ELLA, PARA SIEMPRE; si bien esa cohabitación ya la podemos vivir y experimentar sobrenaturalmente por medio de la fe ya que, en la Eucaristía, ya es una realidad anticipada: la Eucaristía es la anticipación de las promesas del Cielo. Por eso podemos decir sin temor a errar que nosotros habitamos con Jesucristo en la Eucaristía, lo cual es totalmente verdad, con tal de estar bautizados y confesados (las almas en pecado mortal pierden esa cohabitación sobrenatural pero la recuperan mediante la Confesión).
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