DAVID EUCARISTÍA: Toda nuestra fe nos conduce a la unión completa y definitiva del alma con Jesucristo

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El Magisterio y la Palabra de Dios expresan muy bien el deseo persistente de Jesucristo de unirnos y asimilarnos a su propia persona, desde esta vida y como preparación para la Vida Eterna en que esa unión ya será plena, absoluta y definitiva, sin los límites que nuestra naturaleza humana nos impone. La Eucaristía no es, por ello, un encuentro temporal y transitorio entre el alma y Dios, sino una unión perenne e indisoluble parecida al matrimonio católico, pero que llega más allá, porque nadie puede comulgar en vano, y la Comunión es el acto más serio que podemos realizar ante Dios, es un compromiso de fidelidad y unidad sellado en su Cuerpo y en su Sangre: es un verdadero Matrimonio Eucarístico que nos liga a Dios para toda la eternidad. Sólo el pecado mortal, la ruptura voluntaria y consciente con Dios en sus mandamientos, es capaz de romper ese pacto. La Eucaristía lleva a cabo esa unión de manera tan perfecta que realmente nos hace ser con Él un solo Cuerpo y Sangre, Alma, Humanidad y Divinidad.

El Magisterio de la Iglesia lo enseña con toda claridad:

#1361. Cristo une a los fieles a su persona.
#1382. La celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la Comunión.
#1391. La Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la Comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús.
#1396. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo.

Y la Palabra de Dios también lo expresa con insistencia:

Mt 28,20: «Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo»
Mc 10,14: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios».
Lc 22,29-20: «Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí, Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel».
Jn 6,35: «Yo soy el pan de vida, el que viene a mí ya no tendrá más hambre,y el que cree en mí ya no tendrá más sed».
Jn 6, 56-57: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él (estarán completamente unidos). Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá (existirá) por mí (en mí)».
Jn 10,7.9.27: «Yo soy la puerta de las ovejas... Yo soy la puerta. El que entre por Mí se salvará, y entrará y saldrá y hallará pasto. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen».
Jn 12,32: «Cuando Yo sea puesto en alto, atraeré a todos hacia Mí».
Quizá, los versículos más explícitos son Jn 12,26; 14,3; 17,24. En todos ellos Jesucristo expresa el deseo y hace la promesa de que Allí donde Él esté estaremos también nosotros con Él.

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