DAVID EUCARISTÍA: La forma en que la Iglesia está enseñando y viviendo la Eucaristía, es correcta pero incompleta, y debe ser perfeccionada

La forma en que la Iglesia está enseñando y viviendo la Eucaristía, es correcta pero incompleta, y debe ser perfeccionada




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La forma en que la Iglesia está enseñando y viviendo la Eucaristía es correcta pero incompleta, y tendrá que ser mejorada y enseñada en su totalidad: debemos comulgar a Dios pero, en Dios, también al prójimo.
¿Si Jesucristo no los separó, el amor a Dios y al prójimo, sino que los estableció como mandamientos inseparables, por qué los separamos nosotros a la hora de comulgar? ¡No, a la hora de comulgar, no pueden separarse!, no puede separarse el amor de Dios y del prójimo, y muchísimo menos durante el que es el mayor acto de Amor del cristiano y que es justo donde Dios nos dona su Amor Divino para que, justamente, con Él con este Amor (no con el nuestro) podamos verdaderamente amar al prójimo como Él lo ama: es decir, con su Mismo Amor que Él nos está donando por medio de la Eucaristía. Cuando nosotros amamos al prójimo en y desde la Comunión lo estaremos amando con su mismo Amor venido del Cielo y desde dentro de su propio Sagrado Corazón, que es como Él nos mandó.
Mt 22,36-39; Jn 13,34: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y El le dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que, como Yo os he amado, así también os améis los unos a los otros"».
Pidamos urgentemente a la Iglesia que reaccione y despierte de su letargo, pues esto tiene que ser proclamado con suma urgencia. La Iglesia está faltando a su deber ante Dios al demorar esta proclamación que debió haber sido enseñada muchos siglos atrás; es imposible que, a lo largo de la prolongada historia de la Iglesia, no hayan surgido estos planteamientos y esta necesidad, pero por alguna extraña razón ha sido pasado por alto e ignorado. Así que roguemos para que el Papa proclame por fin esta Verdad de Fe, que no la demoren más, sino que sea enseñada y proclamada como se debe por todos los Obispos y que así llegue a ser vivida por todos los católicos del mundo.

La Eucaristía no puede vivirse desconectada de la Realidad, como una experiencia únicamente ascética, porque la Eucaristía es la Vida en persona (Jn 11,25;14,6). Por eso, cuando comulgamos, la Comunión no es un acto que nos aisla de nuestro prójimo sino que nos conecta directamente con él a través de Dios, con la Mediación Eucarística de Jesucristo. La Comunión Eucarística es un Acto de Comunión y Amor Universal, en la que están implicados todos: todas las almas del Cielo, todas las del Purgatorio y las de la Tierra (las unidas como sarmientos a la Vid a través de la Vida de la Gracia).
Esto no es asunto menor, sino prioridad máxima y absoluta de la Iglesia porque, con esta omisión, se está faltando al amor debido a Dios y al prójimo, y no se está viviendo la Eucaristía como se debe vivir y como Dios mismo la diseñó originalmente. La vivencia que la Iglesia está teniendo actualmente de la Eucaristía es correcta, pero incompleta, pues el acto de comulgar está siendo vivido, erróneamente, en una sola dimensión, la vertical con Dios, de una manera individualista entre el alma y su Dios, pero donde no cabe nadie más. No hace falta decir que, fruto de esta vivencia unidimensional de la Eucaristía surgen diversas aberraciones como son: búsqueda de un ascetismo ficticio al sentir la Comunión como un acto de abstracción alejado de la realidad inmediata que nos rodea, provoca en muchos desaliento y desánimo por no encontrarle sentido y aplicabilidad a la Eucaristía en relación con sus vivencias y necesidades reales, el fariseísmo al llevar a una presunción de logro y mérito personal en oposición al prójimo, promueve una visión egoísta y competitiva de la fe, promueve el individualismo al pensar que la fe es algo tan solo entre «Dios y yo», debilita o no fortalece como sería capaz la vida comunitaria, etc. Esa visión individualista de la Comunión es incorrecta, porque la Eucaristía no es el Pan mío sino el Pan nuestro, el Acto de Amor Supremo de Dios dirigido a todos sus hijos. Es el Pan que Dios comparte con nosotros para que nosotros lo vivamos y compartamos con los demás, igual que en la multiplicación de los panes y los peces: «Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud» (Mt 15,36).

En la Eucaristía están presentes y se debe comulgar a las tres personas de la Santísima Trinidad, una a una y despacio, y luego a la Santísima Virgen María, y a todos los santos y ángeles, y también traer y comulgar a las almas del Purgatorio (las cuales participan aún parcialmente de Dios pero al comulgarlas las hacemos partícipes de pleno de nuestra Comunión y reciben ayuda enorme), y también a todas las almas bautizadas y confesadas aún vivas en la tierra, pues también están sobrenaturalmente presentes en la Eucaristía o participan de esa presencia en proporción a su gracia y grado de purificación. Pero además, a modo de intercesión, aunque no estén con Jesucristo en la Eucaristía, debemos también comulgar a todas las almas aún vivas en la tierra para que por medio de esa oración intercesora, reciban gracia y misericordia de Dios para que el Espíritu Santo las guíe hacia el bautismo, la confesión y la reconciliación y su salvación final por mérito y gracia del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo en la Cruz y en la Eucaristía.
Aquí está una propuesta de cómo se podría o debería enseñar esta manera de comulgar, para que todos los católicos y católicas lo pongamos en práctica.


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